Patrick Kluivert, el cisne de ébano

   Este artículo va dedicado a mi amigo Óscar, que compartió ídolo conmigo durante muchos años. Hasta tiene la camiseta que el delantero holandés lució en el Newcastle. Yo me conformo con la de Holanda, y con el apretón de manos que le di hace ya muchos años. Este post trata sobre un delantero de los que ya no quedan, Patrick Stephan Kuivert.


  Nacido en Amsterdam, ingresó en la cantera del Ajax de la mano de Bruins Slot, el célebre ayudante del Barça de Cruyff, a la temprana edad de 8 años. Kuivert era el modelo de delantero que cuajaba en el Ajax, que buscaba en su cantera un jugador que se asemejara al mítico Van Basten. Pero aunque tuvieran semejanzas, la Pantera tenía su estilo propio. La cualidades del 9 holandés lo llevaron a debutar a los 17 años con el primer equipo del Ajax, nada más y nada menos que en la final de la Supercopa ante el eterno rival, el Feyenoord. Rápidamente se hizo un hueco en el once titular de un Van Gaal, que llevó a aquel Ajax a lo más alto. Un equipo que contaba con los jovencísimos Seedorf, Finidi, Davids, los gemelos De Boer y un Rijkaard que volvía de su etapa milanista. Aquel equipo ganó todos los títulos posibles y en aquella final de Champions de 1995 contra el Milan, Kluivert se convertía en el goleador más joven en una final de Copa de Europa, dándole además el título a su equipo que no ganaba una Copa de Europa desde la época de Cruyff. Patrick entraba en el Olimpo del fútbol y empezaba su carrera convirtiéndose en leyenda del fútbol holandés. Sin embargo un fatídico accidente de coche, en el que atropelló a un peatón, marcó un punto de inflexión en su carrera y le acarreó problemas con la justicia. Patrick quería salir de Holanda y en Milán lo esperaban con los brazos abiertos. 

   Pero en Milán lo aguardaba una afición que necesitaba un nuevo Van Basten. Quizá la presión de la afición, unido a la dureza de la Liga Italiana, que en sus marcajes distaba mucho de la holandesa, hicieron que la adaptación de Kluivert fuera más que difícil. En aquel momento, el entrenador del Milan era un Capello que tenía la disciplina como norma número uno, y parece que una agría discusión con el 9 acabó con los huesos de Kluivert en el banquillo. Las oportunidades que tuvo de brillar en Milán fueron muy pocas, y cuando la temporada tocaba a su fin, Patrick empezó a barajar la posibilidad de salir de un equipo en el que veía que no tenía futuro. En el verano de 1998, encontraba una vía de escape. El Barça pagaba al Milan 2100 millones de las antiguas pesetas, una cantidad muy alta para la época. Pero el cambio de aires mereció la pena.

   Kluivert aterrizaba en un equipo en el que se encontraría como en casa, rodeado de numerosos jugadores holandeses, como Cocu, Reiziger, Zenden, los gemelos De Boer, Hesp o Bogarde. Pero lo mejor para Patrick, es que el Barça, se había hecho con los servicios del entrenador que más confianza había depositado en él, Louis Van Gaal tomaba las riendas de un proyecto muy holandés. Los dirigentes de Can Barça rodearon al holandés de compatriotas a los que conocía, formando así una enorme plantilla que tenía a Rivaldo y Figo como grandes figuras. Kluivert no tardó en conectar con ambos, su impresionante juego de espaldas al arco, hacía que las llegadas de Luis Enrique, Rivaldo y hasta el mismo Figo, fueran mucho más fáciles. En esa campaña Patrick marcó 15 goles, pero se hinchó a dar asistencias. Quizá esa era la mayor cualidad de Kluivert, no era un goleador nato, pero era un delantero que jugaba para el equipo. Sus suspensiones en el aire, haciendo que se parara el tiempo, hacían que cualquier balón aéreo fuera un quebradero de cabeza para las defensas rivales. Patrick amortiguaba el balón con el pecho, con la cabeza e incluso con la rodilla, y cuando el balón moría a sus pies, elegía siempre la mejor opción. Un gran cabeceador, con un disparo seco y con una técnica impropia de un jugador de su envergadura, Patrick era el referente atacante tanto de su club como de su selección. Aunque la estrella del equipo aquel año fue el brasileño Rivaldo, Patrick enamoró a los aficionados culés. El Barça se alzaba con la Liga y el Mundial de Francia lo esperaba.

   Una Holanda con muchas posibilidades, se presentaba en suelo Francés con el quizá mejor equipo de su historia desde la Naranja Mecánica. Los héroes de la Champions ganada con el Ajax, ya triunfaban en los grandes clubes europeos, en esa selección jugaban todos los integrantes del Barça de Van Gaal, más los Seedorf, Davids y compañía. El torneo de los holandeses fue impecable y se plantaron en semifinales. Allí los esperaba la Brasil de Ronaldo. En un partido épico, y que los holandeses merecieron ganar, llegó la lotería de los penalties, y como había hecho en la final cuatro años atrás en Estados Unidos, Taffarel daba el pase a la final a los brasileños. Esto suponía un golpe a la línea de flotación, de una generación que merecía sellar su clase con un título. Tendrían la oportunidad de resarcirse en casa, en la Eurocopa que organizaron en el año 2000 junto a sus vecinos belgas. Un Kluivert imperial, acabó con 5 goles una Euro que volvió a dejarlos con la miel en los labios. Lo que parecía un cuento con final feliz, jugando en casa y llegando a la final contra la en aquel momento campeona del mundo de Zidane, se truncó nuevamente en los penalties, esta vez contra Italia, el sueño Orange terminaba y parecía que no volvería a presentarse otra oportunidad.

   Mientras tanto, Patrick no atravesaba su mejor momento en Barcelona, tras la llegada de Laporta a la presidencia en 2003 la directiva quería deshacerse del delantero holandés a toda costa. El club de la Ciudad Condal llevaba unos años de sequía, pero la llegada de Rijkaard daba un voto de confianza al holandés. Rijkaard intentó que Patrick fuera el de antes, pero una inoportuna lesión lo apartó de los terrenos de juego durante más de tres meses. Los silbidos del Camp Nou comenzaron a ser habituales para un Kluivert que ya no era el que llegó a Can Barça, sin embargo acabó la temporada con 8 goles, pero la llegada de Samuel Etoo propiciaba la salida de Patrick hacia el Newcastle. Dejaba la Ciudad Condal con un regusto amargo, quizá maltratado por la prensa y por la afición, que terminaron por ningunear a un delantero que había dado mucho al club catalán.

     Pero antes de recalar en el club del norte de Inglaterra, Patrick disputó su última gran cita con la Orange. La Eurocopa de Portugal se presentaba como la última oportunidad de aquella generación de oro del fútbol holandés, pero la anfitriona Portugal volvió a apear a los holandeses en semifinales y el sueño del niño de Amsterdam se esfumaba. Aún así a día de hoy, Kluivert es el máximo goleador de la historia de la selección holandesa, por delante de mitos como Cruyff, Van Basten y su compañero Van Nistelrooy. Patrick firmó sólo por un año con las urracas, donde Shearer era el ídolo. Kluivert tenía un juego ideal para el fútbol inglés, pero ya fuera por la sombra alargada del mítico 9 del Newcastle o porque ya estaba en la cuesta abajo de su carrera, el holandés no terminó de adaptarse a un club que decidió no ejecutar la renovación. Con la carta de libertad llegaba a Valencia, con la esperanza de reencontrarse con su juego y sobre todo con el gol. Comenzó la temporada como titular indiscutible, pero el físico ya no le acompañaba y el club ché decidió rescindir su contrato al final de temporada. 

   Tras su aventura en el club ché, regresaba a casa a jugar la liga holandesa. Pero no al Ajax, la que fuera su casa, sino al rival directo, el PSV. Tras un frustrado fichaje por el Hamburgo, que se echó atrás por el estado de sus rodillas, recalaba en un equipo que mezclaba jugadores veteranos como Cocu, Stam y el propio Kluivert, con la inagotable fábrica de talentos holandesa. Un equipo que dirigido por Koeman, ganó la Eredivise de ese año y llegó a los cuartos de final de Champions, pero un Kluivert que comenzó muy bien la temporada, fue diluyéndose poco a poco y desapareciendo del once titular. La mala relación con el que fuera capitán holandés, acabó con la salida de Kluivert al final de temporada. Tras barajar ofertas del extranjero y de países exóticos como Arabia Saudí y Qatar, Patrick se decantó por el Lille francés. La cercanía con Amsterdam, hizo que fuese la opción preferente del holandés, pero su estado físico y sus maltrechas rodillas lo tuvieron buena parte de la temporada en el banquillo. Al final de la misma anunciaba su retirada y comenzaba a prepararse para ser entrenador. 

   La clase de Patrick es difícil de comparar con cualquiera de los delanteros actuales, quizá Zlatan sea el más parecido, pero es mucho más corpulento y más lento que la Pantera. La eterna comparación que tuvo que soportar con Van Basten, al que llamaban el Cisne de Utrecht, no dejó ver a sus críticos que Patrick era un jugador diferente. Nadie ha jugado de espaldas a la portería como él, nadie bajó nunca el balón como él y ningún delantero centro ha dado tantas y tan buenas asistencias como él. Su poderío físico y su gran salto, de ahí sus problemas de rodilla, saltos en los que su famosa cadena de oro oscilaba en el aire. Paraban el tiempo para el espectador, y sobre todo para el defensa que tenía que marcarlo. A los que lo acusan de no tener gol, la carrera de Patrick terminó con más de 200 goles en su casillero, unos números al alcance de muy pocos, pero sobre todo sus asistencias lo convertían en un jugador único.

   El ápodo con el que era conocido era la Pantera, pero para mí siempre será un Cisne, el Cisne de ébano que jugaba con una elegancia y una clase inusual para un delantero centro. 

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